Enfermarse en tiempos de peste

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Un huilense relata lo que vivió su progenitora con el sistema de salud de nuestra ciudad y como hoy día, a pesar de su edad se viene recuperando del diagnóstico de Covid-19.

Especial/24-7Semanario
Fotos de referencia

Al verme entrar a la habitación de UCI intermedia de la clínica, donde habían cuatro pacientes más, en un ambiente con un fuerte olor a medicamentos y una mezcla de secreciones corporales indeterminada; me miró entre el júbilo y la tristeza y acostada alzó sus delgados y arrugados brazos, como queriendo abrazarme, y sollozando me dijo como a manera de protesta: «mijo, desde hace nueve días no me bañan ni la boca ni el cuerpo, imagínese, por favor sáqueme de aquí».

Como el ‘Ave Fénix’ se levanta de sus cenizas, mi madre una anciana provincial de 86 años, de mil batallas, aguerrida y trabajadora, amorosa y silenciosa. Ingresó a un hospital de primer nivel del pueblo, aledaño a la capital, por una hemorragia intestinal, que de inmediato el médico general, determinó que era mejor trasladarla a la capital del departamento, cuanto antes.

La odisea comenzaba

Las auxiliares administrativas buscaban una clínica u hospital que la recibiera, ya que con la renombrada EPS Medimas, que le presta sus servicios en el régimen contributivo, que ha mutado de piel y de nombre cada vez que le descubren un escándalo más grande que el anterior, cuando le fiscalizan e intervienen su deficiente administración y servicios en todo el país; y que en su mayoría los prestadores del servicio (clínicas y hospitales), no les quieren recibir pacientes porque nunca les pagan a tiempo a estas instituciones de salud, lo que hace una verdadera y peligrosa carrera contra el llamado paseo de la muerte a todos sus afiliados que requerimos sus servicios.

Dos horas después autorizaron el traslado a una clínica de la cuidad. En la cálida noche, a toda velocidad por carretera y en el angustioso lamento la sirena de la ambulancia, presagiaba una ominosa y agitada noche de domingo. Al ingresar por la puerta de urgencias, un vigilante nos informa que no podemos entrar hasta después de media hora que se levante el «código amarillo», una especie de protocolo, que indica que están ingresando pacientes con Covid-19, estamos en tiempos de peste, otro de los riesgos latentes que deben enfrentar los pacientes, el cuerpo médico y los visitantes.

Como el ‘Ave Fénix’ se levanta de sus cenizas, mi madre una anciana provincial de 86 años, de mil batallas, aguerrida y trabajadora, amorosa y silenciosa.

Luego del respectivo registro le entraron una sala de observación de urgencias, atiborrada de pacientes a lo largo y ancho de los pasillos, ése panorama que se ha vuelto paisaje del sistema hospitalario colombiano como clínicas de guerra y hoy se adiciona la pandemia.

Después de una hora en sala de espera, ingreso abruptamente a la zona de “urgencias”, tratando de averiguar si ya le habían atendido, había un agitado ambiente, donde con frenesí se movían todo el personal de salud de urgencias; abordo a un doctor donde leo en su bata del bolsillo derecho “médico internista” de turno, alto, pálido y delgado, que amablemente, caso particular, pues en su mayoría son gélidos y displicentes; al mirarme, me señala a mi madre que se encuentra en la camilla con un pañal ensangrentado y sus brazos al pecho como cubriéndose del frío del aire acondicionado del lugar.

Cuénteme, ¿es su madre? Sí señor. ¿Qué le pasó? Atropellada y resumidamente le comento el cuadro médico general que padecía la paciente. Con serenidad me dijo, ella a simple vista está anémica por la pérdida de sangre por su profusa hemorragia, le miraremos todos sus signos vitales para estabilizarle.

Visitas limitadas

No se preocupe, como podrá entender por razones de pandemia y a pesar de su avanzada edad, que requiere acompañamiento 24 horas en tiempos normales, no lo podrán hacer, la auxiliar le indicará de los elementos necesarios de aseo y otros para su hospitalización y se puede ir señor, le estaremos informando telefónicamente sobre su evolución. Gracias doctor, se la encargo, estaré muy atento. No se preocupe, haremos lo nuestro, contestó.

Con todo y las dificultades propias de estas afujías médicas contamos con suerte, esa misma noche le subieron a UCI intermedia, algo así como lo previo a la UCI plena, me explicaban que es para pacientes que requieren también un tratamiento especial por lo delicado de sus patologías.

No le volví a ver sino después de nueve días, cuando le subieron a piso, eso no quiere decir que no haya intentado burlar la seguridad día a día, pero las medias de restricción por el covid-19, se extremaron en las puertas principales y era de verdad un riesgo inminente por el contagio.

Todo se limitó luego a un seguimiento telefónico que me informaron sería a diario, entre 12 m y 2 p.m, nos prometieron que llamarían cada día a cada familiar o acudiente del paciente, dándole información general de sus condiciones de salud, y que poco se cumplió o mejor, se realizó de forma deficiente.

En las escasas tres ocasiones que logré comunicarme en nueve días con mi madre, por parte de una auxiliar, donde en el transcurso de la mañana, una de sus tareas era hacerle una llamada a sus familiares para que habláramos con ella; su primer reclamo fue; y como ella no se podía movilizarse sola por su propia cuenta – adicional presentaba una lesión de rodilla – no le habían bañado la boca ni su cuerpo, ya que al evacuar y habérsele cambiado su pañal, no se le aseaban sus manos; naturalmente estaba agobiada por las difíciles condiciones de aseo personal.

A los nueve días que me permitieron verle, la bolsa donde había comprado los elementos de aseo, todos estaban sin destapar (cepillo dental, jabón, enjuague bucal, crema antipañalitis), excepto los pañales y pañitos húmedos. No podemos decir que todo en el sistema de salud en general es deficiente, sería sesgado e injusto. Como no entender como usuario del servicio o familiar del paciente, la carga de trabajo de médicos y auxiliares, máxime en estos tiempos aciagos de peste y de guerra perpetua; sin embargo, el principal reclamo que les hacía como familiar, ya a la salida cuando me pasaron una encuesta sobre la calidad del servicio, es sobre la evidente deshumanización del trato pacientecuerpo médico, donde como gancho publicitario de sus eslogan comerciales, precisamente exhiben llamativas palabras que hacen gala consciente del principal problema “Servimos con el Alma”.

En uno de esos arranques de impotencia y desamparo que sufrimos con frecuencia sus familiares o usuarios, le dije a un médico de turno, en compañía del jefe de enfermeros, al ver el evidente descuido en la higiene de la paciente después de nueve días; ¿doctor dónde está el “alma” de esta clínica? que reza el eslogan, argumentándoles que sobre la contundente queja de la paciente y los elementos solicitados al inicio de la hospitalización, estaban sin siquiera destapar y en sus bolsas de compra.

Médicos y clínica

El tratamiento por el cuerpo médico de profesionales hecho, aunque eficiente por los resultados obtenidos a través de exámenes acertados en los días de hospitalización (colonoscopia, endoscopia, aortograma, hermodinamia, además de la transfusión de tres unidades de sangre entre otros), entendiendo también, los tiempos de evolución del paciente, fueron un poco demorados en ser ordenados. Con la particularidad creo, que siempre hemos sido de esos familiares respetuosos con el personal médico, que es lo debido, pero “intensos”, y que pregunta por todo, por el tratamiento, presionando por exámenes, por pros y por contras de los diferentes procedimientos.

Hay otro aspecto que podría ser de mucha utilidad para mejorar el “despersonalizado o impersonal” servicio de salud en todo el sistema.

Cada vez que en clínicas u hospitales cambian de turno, es como un “volver a nacer” donde los médicos de turno, enfermeros jefes y las auxiliares, parece no comunicarse las consignas principales de los pacientes, ya que cuando se vuelve a llamar para saber del paciente, no tienen conocimiento de lo hecho de su evolución o involución, el usuario espera cierto seguimiento general del estado del paciente y de lo que está consignado en las respectivas historias clínicas.

Covid-19

Siete días después de su salida de la clínica; fiebre, tos intensa, tensión arterial alta, por sí hipertensa, decaimiento general, ansiedad y una leve dificultad al respirar, ¡alarma!, de nuevo al hospital del pueblo.

Doctor, qué creé que sea, ¿Covid-19? No estoy seguro; por favor solicítele urgente una prueba para Covid-19, a los tres días llegaron a la residencia a tomar la prueba, caso admirable, a los siguientes tres días nos llamaron del hospital de la población a infórmanos que la paciente es “positiva” para Covid-19. Con la ayuda divina y médica, la paciente evoluciona bien a pesar de su edad, sus antecedentes y complicado cuadro clínico.

Muchos no tienen la oportunidad de contar, a pesar también de su juventud, como la máxima, “el envejecer en un derecho negado a muchos”.

Esta nota, no solo tiene el objetivo de seguir visibilizando las enormes miserias de nuestro sistema de salud, en especial a nivel gerencial y administrativo, que paradójicamente obligado se va a ver fortalecido por la pandemia y por la ausencia histórica institucional; como también exaltar la labor de todo el personal de salud que está en la primera línea de combate (médicos, paramédicos, enfermeras, auxiliares, personal de seguridad, etc.), y también seguir propalando por su mejoramiento y “humanización” permanente, los más seguro es que mañana lo vamos a necesitar usted, los suyos, de nuevo los míos y yo.

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