El amor en los tiempos de la guerra

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Por Juan Felipe Molano

Enredados en la selva no solo en su dimensión y espesor, sino en la desolación y limitación mental que solo se alimenta de las tácticas de guerra, de las estrategias permanentes de huidas y en maquinar acciones que para muchos llevan al dolor, allí también floreció el amor de hombre, cuando Ronal Rojas “Ramiro Duran” aún muy joven, pero ya curtido al parecer, con un corazón endurecido precisamente por los estragos que deja el transito por la guerra, un hombre de gran estatura física, corpulento, hábil, inteligente, pero que de manera inesperada su segregación de dopamina en el hipotálamo y la oxitocina le hicieron comprender  y recibir el amor de su vida, si, esa misma mujer con la que procreo dos hijos hoy muy niños, y quien en sus mismos brazos que lo abrazo y le dio confianza, también lo acogió en la muerte pues fue entre sus manos y sollozos que dejo de existir mientras trataban de auxiliarlo luego de un vil y cobarde ataque con fusil que con sus balas atravesó su humanidad, pero que también como dijo su señor padre en las honras fúnebres también “atravesó a Colombia entera”.

Quiero mencionar entonces que, como todas las historias de amor, ésta entre Ronal y Jhanira conocida como la cacica Atahualpa, quien era la mensajera de Joaquín Gómez, una mujer de baja estatura y menuda, fue la que conquistó al hombre al ser humano agradable, pese a mostrar su faceta de hombre duro. Me contaba el mismo Ronal con quien compartí espacios públicos y privados, incluso saboreando un buen trago, que Jhanira por allá en el año 2004 llego a dejar una carta al mono Jojoy, y cuando éste leía escucho a esta mujer decir que ese cambuche se parecía al que usaban los indígenas de donde ella provenía en el putumayo, y fue él quien la bautizo la cacica Atahualpa. Se miraron, entablaron conversación, intentaron una relación, luego se separaron, se reencontraron y decidieron unirse, y al momento de firmar la paz, ambos convencidos de lograr un mejor país y llevar a sus hijos a una vida más tranquila, sabían que no sería fácil, desde la situación económica, la formación de sus hijos, el matoneo, la discriminación, el miedo a ellos de una sociedad dolida, un estado incumplido, unos gobiernos con sed de victoria y venganza, el desconocimiento  de muchas cosas como la tecnología que no conocían pese a existir de vieja data, un reto inmenso por sostener el proceso de paz, evitando a toda costa que los reincorporados volvieran a las montañas y se rearmaran, sabían entonces que no sería tarea fácil y al final ocurrió lo lamentable, murió  sin conocer un Estado justo, sin ver el cumplimento de los acuerdos de la habana, en fin se fue dejando un estilo nuevo de vida para ser imitado por los demás firmantes, dejo una familia y unos amigos como yo y otros tantos esperando horas de conversación para saber más de él, de la vida vista desde su óptica, unos padres y unos hermanos que quisieron sentirlo mas cerca luego de años de haberlo dejado de ver y de haber perdió por esta guerra la posibilidad del día a día, perdieron ellos el compartir, los logros, las cuitas, el crecimiento, los afanes propios del ser humano.

Gracias a Ronal Rojas por haberse cruzado en mi camino, gracias a quienes lo llevaron es mañana a mi encuentro en el mes de septiembre de 2021, gracias a esa madre y padre que entregaron al Huila y Colombia a este ser que conocí, el hombre de la civilidad, quien tuvo el valor de pasar de la ilegalidad a la legalidad y como se lo dije a él, me sentí tranquilo en su compañía y sembramos el principio de lo que fuera una amistad tranquila y limpia.

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