Hermandad o rivalidad

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Por María Alejandra Manrique

Hace unos días me senté en un café como lo suelo hacer, para leer, ver mis redes sociales, y hacer las diferentes actividades que hago habitualmente.

Recuerdo que en una mesa cerca de mí se encontraban cuatro mujeres riendo y hablando, lo particular es que escuchaba temas muy diferentes, una le decía a la otra la admiración que sentía hacia ella, entre tanto las otras dos manifestaban cómo todas se habían ayudado en procesos diferentes para lograr alcanzas sus metas.

Para mí fue sorprendente que no estuvieran hablando sobre otras mujeres, o criticando comportamientos. Así fue como termine de tomar mi café, abrí mi computador y decidí averiguar que concepto podría estar detrás de algo que observe en ese encuentro de mujeres. Entre muchos que encontré el que definía lo que percibí fue lo que hoy en día se denomina “sororidad”.

El término sororidad, que es muy usado entre quienes estudian temas de género y feminismo, poco a poco se comienza a usar fuera de círculos especializados. Es una especie de hermandad o fraternidad entre mujeres que incluso no son amigas. En el año 2018 la Real academia española dio el concepto favorable del término “sororidad” definiendo este como “la relación de hermandad y solidaridad entre las mujeres para crear redes de apoyo que empujen cambios sociales para lograr la igualdad “.

Este concepto aún desconocido para muchos, nos invita sobre todo a las mujeres a vernos más como compañeras, merecedores de respeto en un mundo patriarcal que nos cosifica aún. Es así como ese día, surgió en mi la necesidad de crear conciencia entre las mismas mujeres de acuñar este término y hacerlo más visible en los distintos medios de comunicación y las redes sociales.

Salirnos de los contextos comunes de nuestra crianza donde nos enseñan hacer competitivas entre nosotras mismas y crear vínculos donde se vea a la otra como igual. La sororidad es entonces, ayudarnos entre las mismas mujeres a salir de la violencia de género, a sentirnos bien con nuestros cuerpos sin depender de la necesidad de aprobación, a alcanzar la independencia económica para llevar una vida autónoma que permita a la mujer tomar sus propias decisiones; saber que los sueños de todas y cada una son alcanzables y a construir relaciones sanas y positivas para el empoderamiento vital de todas.

No obstante, todo ello se hace difícil y complejo porque no estamos educadas en el respeto a las mujeres», como así lo escribió la antropóloga Marcela Lagarde un artículo del portal «Mujeres en red».

El camino aún es largo, pero como mujeres es un deber necesario crear vínculos beneficiosos para continuar la tarea que venimos llevando a cabo para lograr la igualdad de género. Desde aquel día en ese café, me he hecho la promesa, que no es fácil, de ver a las demás desde una óptica diferente, a interpretar las necesidades y actitudes de las otras de una manera más objetiva encaminadas más hacia la solidaridad y menos hacia la rivalidad.

La sororidad, aunque es un concepto nuevo esperemos sea capaz de trascender y finalmente permitir a nuestro género mayor reconocimiento e igualdad.

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