Estas son las dolorosas historias de familias con sus hijos en urgencias por vapeadores

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El impacto del consumo de vapeadores en los jóvenes se ve reflejado ya en los servicios de urgencias del país. Historias de familias que, con dolor, han vivido en carne propia los efectos de estos dispositivos.

La noche del pasado 27 de octubre ha sido la más larga para Mario Calero Molina, un contador de 53 años, padre de dos hijos adolescentes de 16. Son mellizos y cursan décimo grado. Hasta ese día, este padre de familia pensaba que había construido con ellos una relación con la suficiente confianza para no guardarse secretos. Pero esa noche los hermanos Calero asistieron a una fiesta de Halloween “imperdible”, organizada por unos amigos del colegio.

Algo sano, explicaron en su casa. “Los dejé ir a regañadientes, con el compromiso de que, por tarde, a medianoche debían regresar”, dice Mario. Sin embargo, la promesa no se cumplió. A la una de la madrugada, la voz temblorosa de Matías, al otro lado del teléfono, le dejó claro a Mario que algo no estaba bien. Los dos hermanos estaban en el servicio de urgencias de la clínica Valle del Lili, en Cali.

Matías, junto a dos amigos, había llegado con Samuel, el otro hermano, casi desmayado, con el corazón agitado y dificultades para respirar. Solo hasta esa noche, Mario se enteró de que su hijo, buen estudiante, hincha del América y brillante en ajedrez, era consumidor habitual de vapeadores desde hacía seis meses.

Los médicos explicaron que Samuel tenía los síntomas de una lesión pulmonar aguda, una condición de salud asociada al consumo de vapeadores, que genera dificultades para respirar y saturación en los pulmones, además de taquicardia, palpitaciones y fiebre. En los casos más severos puede incluso provocar diarrea, vómitos y náuseas.

“Lo que me explicaron en ese momento es que el estar encerrado por varias horas en un espacio con varias personas más vapeando le generó esa crisis; casi pierdo a mi hijo por esos malditos vapeadores”, cuenta el padre de familia.

La situación va a empeorar

El médico Diego Acosta conoce bien de qué se trata. Es neumólogo de la Clínica Keralty de Ibagué y director médico de la Unidad de Neumología Pulsar, también en la capital tolimense. Acosta lo dice sin ambages: “Estamos ante un problema de salud mayúsculo. Y lo que estamos viendo ahora es solo la punta del iceberg de una situación que en pocos años solo va a empeorar, pues cada vez más niños de menor edad están accediendo a vapeadores y los usan sin ningún tipo de control”.

Y recuerda que hace solo unas semanas se conocieron los preocupantes hallazgos del estudio ‘Perspectivas iniciales sobre las enfermedades asociadas al vapeo en Colombia: evidencia para la acción’, que abrevió información de la Encuesta Nacional sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas (ENCSP) de 2019 y el Sistema de Información de Prestaciones de Salud (Rips), del sistema de salud colombiano.

Liderada por la Universidad Industrial de Santander (UIS), la investigación reveló, por primera vez en el país, que sí se han presentado muertes relacionadas con el uso de estos dispositivos. Así, entre 2020 y 2022 se registraron 59 decesos y 245 casos de personas con enfermedades asociadas al uso de vapeadores.

Estos números encendieron nuevamente las alarmas en Colombia sobre los graves efectos de los vapeadores en la salud de niños y jóvenes.

“Esto se debe a que estos dispositivos están fabricados con sustancias que no están hechas para ser inhaladas por el ser humano, sobre todo a altas temperaturas. Estas provocan daños a nivel pulmonar, en los alvéolos, y un proceso inflamatorio severo. No hay que olvidar que, en 2019, antes de la pandemia, se presentaron más de un centenar de muertes de jóvenes en Estados Unidos por cuenta del uso de vapeadores. En otros casos, deja daños irreversibles, pues los pulmones se desarrollan hasta los 20 años”.

demás, dice, “se ha comprobado la presencia de cannabinoides con el fin de generar una mayor adicción en los consumidores”, sostiene Acosta.

Lo vino a entender Meryt Perea, madre de familia de una joven de 15 años, a quien le bastaron tres meses para tener una lesión severa en sus pulmones por cuenta del uso de vapeadores. Con un agravante: en su niñez había sufrido de asma. “Tras varios tratamientos, los síntomas del asma se le desaparecieron después de los 6 años. Pero con el vapeador fue como comenzar de cero con esa enfermedad”, comenta esta empresaria, dueña de una floristería.

En estos casos, dice Acosta, las lesiones pueden ser incluso más severas que las que producen los cuadros más graves de covid-19. “Y puede pasar que jóvenes que de niños hayan superado el asma vuelvan a ver reactivada la enfermedad con el vapeo constante”.

Para Carlos Bonna, neumólogo pediatra de Sanitas, hay dos aspectos que preocupan a los médicos: por un lado, la falsa creencia entre los jóvenes de que los vapeadores no hacen daño y, por otro lado, que no consumen en público, pues en colegios y muchos hogares está prohibido.

“Entonces, lo que uno nota es que una consulta, que normalmente dura 30 minutos, a veces se vuelve hasta de una hora con estos pacientes porque no revelan con facilidad que son consumidores habituales de vapeadores por temor a ser señalados”.

Cuenta que a la mayoría de quienes le llegan ahora a consulta los delata una tos persistente. “La nicotina, una sustancia presente en los vapeadores, tiene efectos cardiovasculares importantes y favorece la aparición de arterioesclerosis, aumento de la frecuencia cardiaca y la presión arterial. Y eso se convierte en una bomba porque finalmente produce adrenalina y vasoconstrictor coronario y puede llegar a causar, dependiendo de la dosis, un infarto”.

De acuerdo con Bonna, en el caso de un adulto que fuma habitualmente, sabe cuándo se está pasando de nicotina porque se marea, por ejemplo. “Pero un niño o joven no tiene esa percepción y sigue vapeando. Entonces, si está departiendo con sus amigos, puede vapear hasta 70 veces en una hora”.

“Cuando salgo de mi trabajo, en el norte de Bogotá, veo a un joven bien vestido que vende una gran variedad de cigarrillos electrónicos. Como los puestos de cigarrillos convencionales de antes en la calle. Pero quienes los compran no saben en realidad cuántos miligramos de nicotina están consumiendo y, peor aún, qué otras sustancias están metiendo en la parte líquida. Algunos laboratorios de mala reputación le meten cannabis, heroína, fentanilo y hasta coca”.

Ley contra el vapeo

Una de las mayores preocupaciones de la comunidad médica en Colombia es la falta de regulación para el consumo y comercialización de cigarrillos electrónicos y vapeadores, especialmente entre los menores de edad.

Para algunos, la esperanza está puesta en la llamada ley de vapeadores, que busca la actualización y modificación de la Ley Antitabaco 1335 de 2009. La idea es adecuar el uso de los cigarrillos electrónicos y los vapeadores “a las nuevas realidades que han surgido desde 2009. De esta manera, los sistemas de fumado y vapeo serán regulados, de tal forma que se puedan brindar garantías de protección al derecho a la salud de los colombianos, en especial de los menores de edad”, tal como explicó su autor, el senador José David Name, del Partido de la U.

Y cita algunas cifras: en Colombia, 1,1 millones consumieron alguna vez en la vida cigarrillos electrónicos o vapeadores, según datos de la última Encuesta Nacional de Sustancias Psicoactivas, del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane).

La prevalencia más alta del consumo de estos productos se encuentra en la población de 18 a 24 años, con 11,9 por ciento, seguida por los niños y adolescentes de 12 a 17 años, con 6,7 por ciento.

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