Padre inyectó a su hijo con VIH

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En Misuri, Estados Unidos, a mediados de mayo de 1996, cuando un niño de cinco años completaba más de 1.400 días con inexplicables síntomas de letargo e intensa taquicardia, la doctora Linda Steel Green tuvo un ‘mal sueño’ que, si bien la aterró, ayudó a dar con el diagnóstico del menor enfermo.

‘El niño puede tener SIDA’, fue el pavoroso presagio onírico.

Horas después de cotejar varias pruebas especiales el vaticinio fue real: el pequeño Brryan Jackson tenía una infección avanzada de VIH.

En 1998, tras una rigurosa investigación, la justicia norteamericana comprobó lo increíble: el propio padre fue quien le inyectó el VIH.

Aunque Brryan sigue con vida en la actualidad, la conclusión sigue siendo abominable: el padre quería que su hijo muriera.

A los 11 meses de edad, el pequeño sufrió un ataque de asma que lo llevó a ser hospitalizado de urgencia. Fue cuestión de segundos para que su padre sacara de su bolsillo una jeringa cargada de sangre con VIH.

Por entonces, los fuertes gritos de Brryan Jackson fueron el único registro que quedó de la sevicia del padre.

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