Covid 19: vocación, incertidumbre y esperanza
Por Laura Méndez
Las circunstancias de mucho estrés es una rutina para todos los profesionales de la salud e incluso para los pacientes.
Es difícil, sobre todo cuando se enfrentan en una batalla sin fin, en ese momento recuerdan su propia mortalidad. Todavía no se ha visto lo peor; Las jornadas de 10 y 12 horas en el hospital son exhaustas y caóticas, sin embargo, actúan con seguridad; cada procedimiento, cada medicamento y cada bolsa de cloruro de sodio se intensifican en las salas de urgencias.
La velocidad en el incremento del número de contagios y la insuficiencia de personal de salud detonó medidas urgentes que implicaba asumir el riesgo a lo desconocido, exponiendo sus vidas y la de sus familias con un objetivo lleno de incertidumbre: equilibrar la capacidad de atención en hospitales y clínicas.
Dado a lo anterior y como consecuencia de la precariedad y el desbalance en la pandemia, la toma de decisiones éticas en pacientes críticos golpea arbitrariamente la salud mental del personal de salud ya que continuamente se genera una conducta agresiva y discriminatoria hacia ellos. Surgen muchos interrogatorios en medio de este caos ¿Cuántos pacientes más serán intubados? ¿Qué será de ellos? ¿Cuántos casos más? Sin olvidar las familias quienes también sufren las consecuencias de este virus letal.
Esta situación es también resultado de los problemas generados por el modelo biologicista de salud en la asignación de recursos, los mecanismos de prevención y atención para mitigar la pandemia y responder a los requerimientos y necesidades del personal de salud.
El COVID-19 puso a prueba el autocuidado, las capacidades hospitalarias y las reacciones gubernamentales quienes hasta ahora reconocen la importancia de la salud pública en la sociedad.