Artunduaga o el optimismo

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MELQUISEDEC TORRES ORTIZ
Especial para Diario del Huila

Optimista. Frentero, sin pelos en la lengua, obstinado, emprendedor, rebelde aún en la edad mayor, conquistador, firme ante los retos como cuando el Grupo Prisa, dueño de Caracol Radio, le dijo que se tomara un año sabático en España en el 2001. Édgar sabía que la propuesta era para sacarlo del aire, donde llevaba 10 años en La Luciérnaga y otros más en 6AM, así que les dijo que no y prefirió que lo echaran. Su salida fue una petición expresa del presidente Andrés Pastrana, de quien Édgar era durísimo crítico. El mismo Hernán Peláez, director de La Luciérnaga, se fue unos meses en solidaridad con Édgar. Así era su amistad y el peso que le daba a su trabajo.

Todo eso fue y era Édgar Artunduaga Sánchez. Pero sobre todo siempre optimista. Según él ese optimismo le nació a los 18 años cuando, empujado por su mamá, “le ayudaba a mi papá que era administrador del Idema en Palermo después de quebrarse en Pitalito; allí vi a un tipo que hacía reír a todo el mundo por muchas horas y cuando se iba a bajar pidió ayuda: nos dijo, ‘como ya se rieron a costa mía, ayúdenme a bajar’. Le faltaban las manos y las piernas. Lo vi y pensé: a este tipo le faltan las piernas y las manos y no deja de reírse y hacernos reír. Ahí me juré nunca ser pesimista. Si podía caminar ¿por qué ser pesimista? Difícilmente yo tengo un día malo”.

Antes de eso, fue el planchador oficial de la familia. “Planchaba la ropa de toda la familia los sábados en Pitalito; sé planchar muy bien”, contaba entre risas. Su papá era sastre y peluquero, “un hombre tranquilo, mi mamá más templada”.

 El hijo del sastre

Y aunque primero quería ser locutor, la voz no le ayudaba. Se presentó a Radio Sur de Pitalito y no lo aceptaron; entonces su papá se inventó un equipo de sonido en el almacén para que su hijo hiciera los anuncios del negocio. Édgar decía que el equipo se empezó a dañar y su papá le confesó que él mismo lo dañaba porque el locutor espantaba la clientela con mensajes de humor negro. Así que le alquiló un espacio en Radio Sur patrocinado por Almacén y Sastrería Atlas. “Pero ni eso, así que lo intenté en emisoras de Neiva, pero allá competía con las voces de Fernando Calderón España y Fred Emiro Núñez; el “Ronco” Fernando Segura me dio la oportunidad dando la hora en La Voz del Huila y la embarré diciendo “En La Voz del Huevo son las 7 y 20”.

En el entretanto fue profesor en una escuela de primaria del municipio de Rivera; su único cartón fue el de bachiller de la Normal Nacional de Pitalito. Pero como la mayoría de los grandes del periodismo nacional, no necesitó más. Las cabinas de radio, las viejas máquinas de escribir manuales, el oficio en vivo, en la calle, en las ruedas de prensa, detrás de los grandes personajes micrófono o grabadora en mano, fueron su universidad y postgrado.

En Neiva, finalmente le dieron turno de noche en la emisora Armonías del Sur, a la que llamaban “Agonías del Sur” pues no sonaba bien y el dueño estaba en la cárcel, “tenía sus depravaciones”. Hoy es RCN Neiva.

 Nace el periodista

Y fue allí donde comenzó a hacer periodismo; pronto lo importó a Bogotá un periodista paisa de quilates, aún vivo, Orlando Cadavid Correa después de regañarlo, decirle que era el peor corresponsal de Colombia y forzarlo a renunciar. “Pero a los 15 días me llamó y me ofreció cubrir política en Bogotá. Odiaba la política y odiaba Bogotá, pero acepté; eso sí, me moría del susto cuando un locutor de potente voz me daba el cambio”.

El primer Artunduaga que vi en mi vida fue a mediados de los años 80. Fue en el pequeño televisor a blanco y negro de mi casa en Pitalito; Artunduaga presentaba al mediodía el Noticiero Telediario del conservador Arturo Abella. De bigote, ya de voz fuerte, saco y corbata. Nos conocimos 10 años después cuando me ofreció más de lo que yo ganaba en HJ Doble K para hacer parte del poderoso equipo de Huila Estéreo Noticias, al lado de Rafael Trujillo, Jaime Arbeláez, Hernán Torres, Carlos Mora, entre otros.

Allí conocí al Artunduaga curtido en este maravilloso oficio, con el olfato ideal para sacar una gran crónica de un boletín de la Policía, como me enseñó un día, jefe implacable y patrono cumplidor de sus empleados; respetuoso de las opiniones ajenas, incluso de los extremos como el mío: él era y fue samperista, yo anti samperista diciéndolo a voz en cuello al aire en el noticiero, en medio del Proceso 8000 por la plata de la mafia que entró a la campaña presidencial. Jamás se molestó conmigo o me dio siquiera alguna señal de censura.

 Lara y Artunduaga

Siempre tuvo la gallardía de hablar de frente de un episodio que sus malquerientes quisieron convertir en complicidad con la mafia: haber divulgado una conversación con el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla en 1983, ocho meses antes del asesinato de este a manos del Cartel de Medellín.

Como periodista “yo denuncié que Lara Bonilla se había sentado con un narcotraficante, Evaristo Porras, y le había recibido un millón de pesos en un cheque. Yo le informé a Lara sobre la conversación que él había tenido dándole las gracias a Porras; me dijo que iba a renunciar y le presentó la renuncia al presidente Belisario Betancur (pero este no la aceptó). Luego el escándalo creció y yo me sostuve en la teoría de que Lara se había sentado con narcotraficantes y no podía ser la persona que liderara y enfrentara la guerra contra el narcotráfico. Esa es mi participación, netamente periodística”.

 La vida es una tómbola

Escribió 17 libros, fue duro, fuerte, radical en denuncias contra la corrupción. A costa de su patrimonio, a nivel nacional y regional. Ganó cinco premios nacionales de periodismo Simón Bolívar; escribió y editó la mejor historia de la radio en Colombia, por la que ganó uno de esos cinco premios. Formó a periodistas que hoy son estrellas, como Néstor Morales y Yolanda Ruiz; el primero es elocuente en darle las gracias a Édgar, la segunda casi nada dijo ayer de la muerte de su mentor.

Su paso como senador de la República entre 2002 y 2006 no fue más que un accidente.

El Édgar que conocí tuvo dos grandes amores, aparte de su familia: la radio y el periodismo, más que amor su pasión, y su Huila, al que llegó siendo muy pequeño desde Villa Rica, Tolima, donde nació pero fue registrado en Pitalito.

El 15 de septiembre de 2017 anunció que dejaba Bogotá para volver al Huila, después de 42 años. Quizá quería que este fuese su epitafio: “Hice lo que pude. Hoy me retiro del frío bogotano y me traslado –por un tiempo o por siempre (no lo tengo claro) al Huila de mis orígenes. Y lo hice con entusiasmo y carácter, con enorme amor por el periodismo, por la radio especialmente, por el respeto a los oyentes y los lectores.

Lo había previsto, quizá soñado. Lo tenía en mis planes y sucede hoy, porque definitivamente la vida es una tómbola”.

 Édgar Artunduaga en 10 datos:

  1. Nació el 3 de octubre de 1953 en Villarrica, Tolima, y a pesar de haber sido registrado en Pitalito, Huila.
  2. Durante muchos años fue la fórmula de Hernán Peláez, en el programa de La Luciérnaga.
  3. Ganó en 5 ocasiones el premio Simón Bolívar.
  4. Creó en 2009 junto con Guillermo Díaz Salamanca el ahora extinto programa radial La Escalera y que se convirtió en la competencia del exitoso programa, La Luciérnaga.
  5. Fue director del Noticiero Todelar, espacio de noticias de Todelar Radio, y del cual fue director hasta el 20 de diciembre de 2016,
  6. Uno de sus famosos programas «Artunduaga Pregunta lo que la Gente se Pregunta» y que se trasmitía por emisoras de su propiedad en Huila.
  7. E su juventud le gustaba el baloncesto y era hincha del Atlético Huila.
  8. Se casó dos veces y de su primer matrimonio tiene tres hijos. Su segunda mujer fue Marcela Bobadilla,
  9. En Radio Santa Fe creo el grupo de los cien Amigos.
  10. Durante su trabajo en el Espacio escribió Juan Sin Miedo.

 Su deceso

Artunduaga se levantó esta madrugada con un fuerte dolor en el pecho cuando y quien se dirigía para la emisora en la que trabajaba todos los días.

Su esposa lo llevó a un centro asistencial de la capital huilense y allí falleció a las 6: 10 de la mañana.

El periodista llegó sin signos vitales y por lo que los esfuerzos médicos fueron inútiles

Cesar Alberto PolanÍa, el Médico que atendió al periodista, manifestó que «El paciente tenía antecedentes de Diabetes, Hipertensión y era insulinodependiente».

El médico aseguró que el paciente fue diagnosticado con «un infarto agudo de miocardio y en condiciones difíciles de recuperación».

«Lamentamos informar que Édgar Artunduaga, director y propietario de Huila Stereo falleció hace pocos minutos producto de un infarto», detalló la emisora a través de su perfil en Twitter.

 Exigente consigo mismo

El Espectador, escribió sobre Edgar Artunduaga:

Jamás fue de medias tintas ni un comunicador que se acomodara con su opinión o su pensamiento. Tampoco disimuló nunca su deseo de figurar y de ser el dueño de la información. Por eso solicitaba, pedía o exigía, dependiendo del momento de la vida y del cargo que ostentara en determinado momento, que sus notas aparecieran abriendo la emisión del noticiero radial o en una parte destacada y visible en la página web.

Defendía su verdad y era el mayor apoyo para el equipo de periodísticas que trabajaban con él. Los respaldaba hasta las últimas consecuencias y los motivaba para que hicieran la tarea bien hecha: edificar un nombre en un ámbito competido y de muchos egos en cada esquina.

Otra de las frases de Édgar Artunduaga en la intimidad del trabajo era: “Por eso yo jodo tanto con la firma. Y presiono e insisto para que pongan mis notas arriba, en el home, que se vean, yo quisiera que la firma de los periodistas que hacen las notas sean más visibles. Eso ahí chiquitico nadie las ve”, comentaba de manera acelerada y sin la urgencia de ocultar el acento del Tolima Grande que lo hizo tan célebre en las distintas mesas de trabajo en radio en las que trabajó.

Junto a su esposa Marcela Bobadilla.
En sus años de congresista.
La mayor pasión fue la radio a la que estuvo dedicada la mayor parte de su vida trabajando en emisoras como Radio Santa Fe, Todelar.
Acá con parte de su familia.

 

 

 

En el Huila, sus compañeros de trabajo de años atrás lo recuerdan con cariño y la pasión que le dedicaba a su trabajo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Édgar Artunduaga fue consecuente con su ego y de ahí que se las ingeniera para llamar la atención con su trabajo.

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