La pandemia tiene en crisis los derechos de la niñez
El 6 de marzo de 2020 se confirmó en Colombia el primer caso de Covid-19. Desde entonces el país, como el resto del mundo, ha ido tomando medidas para hacerle frente a una pandemia sin precedentes en la historia reciente de la humanidad, que dejará profundas huellas en todos nosotros, pero especialmente en niñas/os y adolescentes.
Especial/24-7Semanario
La pérdida del empleo de las personas adultas; la imposibilidad de seguir educándose por el cierre de centros de desarrollo infantil y de escuelas, así como por la falta de herramientas para la virtualidad; la dificultad de tener un plato de comida en su mesa y de asistir a controles médicos harán que las disparidades sean más profundas en su desarrollo y en el de la nación.
En este sentido, la organización Niñez Ya, presentó un informe en el que detalla como desde que se inició la pandemia, los derechos de los niños entraron en crisis.
Impactos en primera infancia
Como lo han demostrado diversos estudios, entre los 0 y 6 años la arquitectura del cerebro tiene el proceso más acelerado de desarrollo y es muy sensible a las adversidades del entorno. Además, como en ningún otro momento de la vida, a esta edad los seres humanos tienen una alta dependencia de los adultos. Dos hechos relevantes por los que organizaciones internacionales y nacionales han prendido las alarmas sobre los efectos en primera infancia ante las situaciones que se están presentando por la pandemia. La falta de ambientes enriquecidos que fomenten los aprendizajes debido al cierre de centros de atención infantil, las respuestas tóxicas de personas adultas ante los momentos de estrés y los excesos de virtualidad a tan temprana edad afectarán negativamente el desarrollo de niñas/os más pequeños.
Lea acá el informe completo en PDF
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Salud materno infantil
La Fundación Éxito (2021) asegura que se ha identificado un repunte importante en muertes maternas durante la pandemia, que supera el acumulado de las que se presentaron en 2018 y 2019.
“Mientras que en 2020 antes de la cuarentena el número de muertes maternas era menor al que se había registrado en 2019, aproximadamente dos meses después de iniciada la cuarentena el número de muertes en 2020 sobrepasó el que se había registrado en cada semana epidemiológica de 2019”, sostiene. Aunque aclara que no se puede afirmar que el incremento de las muertes maternas en el periodo analizado se deba a la pandemia, la situación actual lleva a pensar que los servicios hospitalarios están dando prioridad a la atención del Covid-19 y limitando frentes como el cuidado materno e infantil. La muerte de las madres tiene un efecto devastador en los infantes.
Los estudios demuestran que la probabilidad de supervivencia en niñas/os cuya madre murió durante los primeros 42 días después del parto es mucho menor si se compara con niñas/os hijos de madres que sobrevivieron. Además, impide el fácil acceso a leche materna y a los cuidados maternos, claves en su desarrollo.
La Fundación Éxito también encontró un repunte de la tasa de defunciones no fetales de recién nacidos afectados por complicaciones obstétricas y traumatismo del nacimiento durante el segundo trimestre de 2020 (el periodo más crítico de la pandemia), cuando desde 2017 se venía registrando una tendencia a la baja. “El incremento entre el registro en 2020 y en 2019 en el mismo periodo de tiempo es considerable, pasando de una tasa de 35,5 muertes por cada 100.000 nacidos vivos a una tasa de 63,6. Esta dinámica puede estar relacionada con deficiencias en la atención prenatal”, señala (ver figura 1).
Seguimiento a la salud y al desarrollo
Varias investigaciones señalan la no asistencia de niñas/os y adolescentes a centros clínicos y hospitalarios para sus controles de desarrollo y atenciones en salud por razones diversas entre las que están las restricciones en la movilidad, la dificultad en la atención, la pérdida de la confianza en el sistema de salud y la suspensión en el servicio debido a la priorización que se está dando a los casos de Covid-19.
La encuesta Pulso Social del DANE de diciembre de 2020, por ejemplo, destacó que el 34,1% de hogares consultados reportó haber dejado de ir a consultas médicas (especialistas, controles de desarrollo integral infantil) desde que se implementó la cuarentena (ver figura 2), como también lo detectó el estudio de Diálogo Interamericano, Red Regional de Medición del Desarrollo Infantil (Remdi) y Unicef (2021), que para el caso de Colombia analizó la encuesta Research for Effective Covid-19 Responses (RECOVR)8 . En ella, el 30% de los hogares con niñas/os menores de 6 años afirmó haber reprogramado o cancelado visitas médicas necesarias desde mediados de mayo, la mayoría eran controles de pediatría.
En otros países, como Argentina y Chile (28% en los dos), el estudio identificó también la falta de vacunas. En la población con discapacidad las cifras de inasistencia a centros de salud son mayores. Cepal (2020) realizó la encuesta ELIOS9 en la que más del 70% de los consultados valoró muy negativamente el acceso a consultas y atención de salud. “El acceso a los servicios de salud implica desafíos particularmente complejos en el caso de muchas personas con discapacidad y sus familias dadas las barreras en el transporte y la dificultad de obtener los apoyos, asistencia personal y cuidados que son imprescindibles en muchos casos”, asegura. Una situación que no solo afecta a niñas/os de primera infancia, también a la ciudadanía en general.
Nutrición
Investigadores sostienen que la baja de los ingresos en las familias más vulnerables, e incluso en las que no lo eran, incrementará la inseguridad alimentaria, una de las causas del sobrepeso y de la desnutrición crónica y aguda, condiciones que aumentan el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles y en el caso de niñas/os de primera infancia que implican rezagos para el resto de su vida.
La desnutrición crónica afecta el desarrollo físico y cognitivo y la desnutrición aguda puede conducir a la muerte. La Encuesta Nacional de Situación Nutricional de Colombia (ENSIN) 2015 indica que 54% de los hogares está en inseguridad alimentaria; 10,8% de los menores de 5 años padece desnutrición crónica; 1,6% desnutrición aguda y 6,4%, sobrepeso. Las encuestas aplicadas recientemente advierten un aumento en ese porcentaje. RECOVR evidencia que más de un tercio de los encuestados ha tenido que limitar sus porciones de comida o reducir el número de comidas en la última semana. En los adultos con empleo informal y con niños/as es más alto: 57%; en el estrato 1 llega a 61% y en los hogares que no tenían empleo antes o durante la pandemia y además tienen niñas/os, el porcentaje llega a 75%.
“Entre las dos encuestas [se han realizado dos rondas en Colombia], la proporción de encuestados que tuvo que comprar menos alimentos por disminución en sus ingresos aumentó en 30 puntos porcentuales (…) Los encuestados en áreas rurales están más afectados por la escasez en los mercados”, sostiene el estudio (ver figura 5).
Los resultados del trimestre octubre-diciembre del 2020 de la Encuesta Pulso Social DANE reportan que antes de la cuarentena que el 89,3% de los hogares consumía en promedio tres comidas al día; después de la cuarentena el número bajó a 69,6%. El descenso se puede casi triplicar en otras ciudades.
Es el caso de Santa Marta, antes de la cuarentena el consumo de tres comidas diarias era de 99,5% y pasó a 40,1%. En Barranquilla se pasó de 86,2% a 43,3%; en Cartagena de 70,3% a 34,1%; en Sincelejo de 90,0% a 53,1%; en Valledupar de 91,1% a 61,2 y en Riohacha de 92,7% a 60,5% (ver figura 6). El Caribe es la región que más ha empeorado su situación durante la pandemia. Ya la ENSIN en 2015 la presentaba como una de las regiones más afectadas en términos nutricionales.
La Fundación Éxito realizó un ejercicio previo de revisar los territorios del país que antes de la pandemia presentaban problemas de inseguridad alimentaria, desnutrición crónica y/o aguda y en la actualidad sufren los mayores estragos del Covid-19.
El resultado evidenció que son Amazonas, Atlántico, Magdalena, Bolívar, Chocó y Nariño. También alertó sobre la situación de los departamentos de La Guajira, Sucre, Cauca y la región de la Orinoquia porque empezaron la pandemia con altas prevalencias de desnutrición aguda. En el caso de Bogotá señala que la ciudad reporta los niveles más altos de Covid-19 y desempleo, así como una prevalencia mayor de desnutrición crónica al promedio nacional antes de la pandemia: 13%, según la ENSIN 2015, y 16,2%, según el Sistema de Vigilancia Alimentaria y Nutricional (SISVAN) 2019. En el corto plazo estos territorios pueden estar más expuestos a sufrir incrementos en la mortalidad infantil.
El estudio mencionado de la Fundación Éxito además estima que, como consecuencia del retroceso en el crecimiento económico y el incremento de la desnutrición crónica, el país habría retrocedido durante 2020, aproximadamente, cuatro años en el objetivo de erradicar la desnutrición crónica.
Estado emocional
Los efectos en el estado socioemocional de niñas/os, así como en el de sus padres y cuidadores, es otro problema relevante, nuevamente con afectaciones más agudas para la primera infancia.
Estudios sobre situaciones anteriores similares a las que hoy vive la humanidad, evidencian que se presentan síntomas de estrés, depresión y ansiedad entre moderados y graves que dejan hondas huellas.
Por ejemplo, la falta de interacción social, la limitación en las demostraciones de afecto y el hecho de vivir en un contexto en el que la mayor parte del tiempo se experimenta miedo, pueden afectar el cerebro social o la inteligencia emocional, al igual que el desarrollo de habilidades cognitivas, sociales y de comunicación no verbal, especialmente cuando ocurre en los primeros años de vida. Los impactos pueden ser más agudos si las situaciones que viven niñas/os y adultos son más severas por muertes de familiares y por distintos tipos de adversidades y cambios drásticos.